El Senado australiano ha votado a favor de permitir el uso de embriones humanos clonados para la investigación con células madre. El hecho ha generado un acalorado debate ético entre quienes aprueban la iniciativa y quienes la rechazan, según revela la revista científica NewScientist de noviembre.
La clonación se efectúa mediante una técnica llamada Transferencia Nuclear. En ese procedimiento, el núcleo de un óvulo - que contiene el material genético - es reemplazado por el núcleo de la célula del paciente, que puede extraerse del tejido de la piel. El paso siguiente es someter a ese óvulo a un compuesto químico o una carga eléctrica en el laboratorio para que se desarrolle como si hubiera sido fecundado. De ese modo comienza la división celular y la creación de un embrión genéticamente idéntico al donante del núcleo de la célula.
Posteriormente, antes de “descartar” el embrión, se extraen células madre que tienen un alto potencial terapéutico, dado que poseen la capacidad de desarrollarse como células de cualquier tejido del cuerpo. Si se logran corregir las mutaciones genéticas de estas células en el laboratorio, se podrían desarrollar células reparadas para sustituir células enfermas de diversos tejidos del cuerpo humano, por ejemplo, del sistema nervioso, el páncreas y otros órganos.
Millones de personas con enfermedades que aún no tienen cura ven en la clonación terapéutica una esperanza para mejorar su vida. La investigación con células madre podría curar enfermedades como el mal de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer y lesiones graves de la médula espinal, entre otras.
El proyecto de ley, que aprobó el Senado de Australia, será discutido por los miembros de la Cámara de Representantes de ese país antes de ser convertido en ley. El proyecto establece que los embriones clonados deberán ser destruidos dentro de los catorce días y que no podrán ser implantados en el útero de una mujer.
La razón por la cual se fijó en 14 días el período durante el cual podrá ser utilizado el embrión se apoya en la diferenciación que algunos científicos y expertos en bioética hacen entre pre-embrión y embrión. Apoyados en argumentos biológicos, los defensores de esa distinción argumentan que desde la fecundación hasta el día catorce, el huevo fecundado es un pre-embrión y que, recién cuando termina de implantarse en el útero, comienza la verdadera diferenciación embrionaria, que tras ocho semanas y media da lugar a la formación completa de un embrión, el que luego se convierte en feto. Desde este punto de vista, el pre-embrión no sería aún una persona y no requeriría ser tratado como tal, mientras que el embrión equivaldría a una persona potencial. Para otros, el inicio de la vida del individuo comienza cuando el esperma fecunda el óvulo.
“Ha sido un episodio oscuro en la política australiana. Vamos a crear dos tipos de embriones, uno nacerá para vivir y el otro será creado para morir”, dijo Ron Boswell, senador del Partido Nacional de Australia, en referencia a la aprobación del proyecto de ley.
Julian McGauran, senador del partido gobernante, advirtió que esa ley podía dar luz verde “a una historia de horror, a experimentos extraños como la creación de embriones híbridos, una mezcla de humanos con animales”. Finalmente, la prohibición de tales experimentos fue incluida en la legislación.
El Primer Ministro de Australia reconoció que el debate en torno de la ley lo enfrentó a una seria contradicción. Por un lado, dijo que no se podía votar contra una ley que favorece la creación de terapias médicas que podrían curar muchas enfermedades. Aunque, por otro lado, no podía dejar de conmoverse si alguien le decía: “Usted va a dar un paso que va a interferir en los conceptos fundamentales del comienzo de la vida.”